Nada (Bibliotex, 2001), de Carmen Laforet.

La locura sonreía en los grifos torcidos.

Nada, de Carmen Laforet

Nada (Bibliotex, 2001), de Carmen Laforet, es un libro que comencé, lo reconozco, con cierto escepticismo. La edición, de una colección que salió hace dos décadas, es feísima, y las páginas son muy finas y están repletas de palabras. En fin, la apariencia física me desagradó muchísimo, pero fue la edición más barata que encontré (no hay excusas para leer, lo de ‘los libros son muy caros’ ya no sirve), y al fin y al cabo la historia que cuenta se supone que es la misma.

Esta edición cuenta con un prólogo de Rosa Montero, y estamos hablando nada más y nada menos que de una novela que ganó el Premio Nadal en 1944 (y su autora la escribió con tan solo 23 años). En otras reseñas he contado la historia del libro reseñado e incluso he destripado el final. Aquí, sin embargo, me voy a reprimir. Me siento culpable cuando lo hago, y creo que destripar la historia de este libro sería faltarle el respeto, no solo al libro y a la historia en sí, sino a la propia historia de España.

Este libro es un clásico, como muchos españoles sabrán. Relata la vida de una joven llamada Andrea cuando se va a estudiar a la universidad de Barcelona y a vivir a una casa familiar donde tendrá que convivir con una abuela que se consume en silencio, con dos tíos a cuál más pintoresco y con más individuos de un calado más que interesante.

No es una novela de acción, no hay grandes giros exceptuando el final, cuando ocurre un hecho (ajeno a la protagonista) que me sorprendió. Andrea tendrá que vérselas con todas estas personas, con el mundillo universitario del que tan lejana se siente, con su amiga…

Es una historia, aunque lenta y puede que monótona, muy dulce, muy acogedora, y contada con una esplendidez suprema, y más teniendo en cuenta la edad de Laforet cuando la escribió. Tiene frases que iluminan nuestro interior, frases tan sencillas y sublimes a la vez como: «Había una mesa grande con un azucarero vacío abandonado encima. Sobre una silla, un muñeco de goma desteñido». Esta es una frase extraída del principio, cuando Andrea describe la casa familiar a la que acaba de llegar. Es todo tan sórdido, la guerra parece tan lejana y, sin embargo, tan presente en cada momento…

Por momentos, la forma de escribir de Laforet me ha recordado a la de uno de mis escritores favoritos y reseñado ya varias veces en este blog: Sergio del Molino. No sabría explicar por qué, pero así ha sido.

A finales del año pasado, llegué por casualidad a un artículo de mi querida revista Jot Down que me deslumbró. Es de lectura obligatoria para todo/a aquel/aquella que quiera leer (y, con más razón, si ya ha leído) este libro y al que le interese también la ciudad de Barcelona.

En definitiva, no puedo más que invitarte a que te internes en esta historia. Pero hazlo con suavidad, con ternura, acariciando sus páginas, intentando que la abuela no se derrumbe en un llanto descontrolado o que Andrea se pierda entre las calles de una Barcelona llena de miedo y de silencio.

Hay que dar una segunda vida a libros tan valiosos como este. Por eso, ¡a leerlo y a degustarlo más que nunca!


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